Encontrar una escalera al cielo
Reloj sin tiempo
Por: Por Héctor Romero Muñoz – infosaberprender@gmail.com
Después de momentos alrededor del fuego, la danza, la música, el alimento, el andar los senderos entre el bosque, el escuchar cogniciones y también interrogantes ante lo que se está descubriendo, ante lo que se está experimentando, reafirmo el interés en unos, en otros la necesidad, de avanzar en el plano espiritual.
En mi experiencia de convivencia con grupos, relacionada con mi trabajo (conversatorios, talleres, asesorías), en la visita a comunidades y en el compartir con grupos intencionales que se han ido a vivir al campo, a la montaña, frente al mar, para hacer una transformación de vida con hábitos diferentes a los practicados en la cotidianidad de las grandes ciudades, he conocido gente maravillosa, leales a los objetivos que se fijaron cuando decidieron el cambio de vida y muy conectados con el entorno y las gentes que ahora son sus nuevos vecinos.
Los encuentros, igual que las experiencias han aumentado de interés teniendo en cuenta la diversidad de personajes con los que he compartido, dependiendo de sus experiencias, estudios, profesión, filosofía, de su propia realidad, sin dejar de lado a los afilados a una u otra religión.
Algunos adelantados en prácticas ancestrales de culturas amerindias, otros seguidores de filosofías orientales milenarias, otros estudiosos de leyes metafísicas, algunos más que encuentran afín la espiritualidad con los últimos descubrimientos científicos y muchos entronizados con el misticismo que envuelve la evolución del SER.
Todos avanzando, yo me incluyo, con un objetivo: encontrar la libertad, la iluminación, el nirvana, la conexión con el todo, la paz total, la felicidad de otras dimensiones, el cielo prometido, o sin trascender demasiado, el hecho de lograr bienestar y experimentar un buen vivir.
El cambio de velocidad en el accionar, el darse tiempo a la contemplación, el ser consciente de respirar aire limpio, ingerir comida sana, el sentir admiración por un amanecer o por la caída del sol, el cantar de los pájaros o el sonido que hace el recorrido de un hilo de gua, indudablemente llevan a un estado de tranquilidad y aquietamiento de la mente y a la conexión con elementales que han estado siempre ahí y ahora los empezamos a reconocer.
Después de momentos alrededor del fuego, la danza, la música, el alimento, el andar los senderos entre el bosque, el escuchar cogniciones y también interrogantes ante lo que se está descubriendo, ante lo que se está experimentando, reafirmo el interés en unos, en otros la necesidad, de avanzar en el plano espiritual.
Cuando visito la ciudad detecto también en muchos, la necesidad, más que el interés, de buscar tranquilidad, sosiego, mejores relaciones con personas cercanas afectivamente. De encontrar calidad de vida con otro tipo de prácticas, alejada de las que que se sostienen exclusivamente de bienes materiales, lujos, o extravagancias que necesariamente distraen el desarrollo personal, para ponerlo todo en el plano de las comparaciones y competencias que establece los términos “lo que yo tengo” por encima de “lo que yo soy”.
Ahora, es válido recalcar que por el interés de modificar un estilo de vida que por años llevamos adherido a la piel, e irse a vivir a la montaña, los egos que se han alimentado muy bien durante esos años, no desaparecen automáticamente, que los hábitos y las realidades no cambian de un día para otro.
El concepto de estar bien que no es el mismo para todos
Algunos hacen el transito más fácil, seguramente porque han venido trabajando en eso de tiempo atrás, a otros se les complica y otros más terminan devolviéndose y retornando a su sufrida “zona de confort”.
El camino al cielo entonces, se puede escalar con humildad, con amor, con persistencia pero también con garrote y a mordiscos dependiendo del pensar o del sentir de cada uno.
Lo anterior además de otros detalles no expuestos, me hacen concluir que todos en este mundo deseamos estar bien; y el concepto de estar bien que no es el mismo para todos, nos lleva inclusive a realizar verdaderos desastres que riñen con los adjetivos de civilizado, inteligente, cuerdo, razonable, consciente y que el camino al cielo entonces, se puede escalar con humildad, con amor, con persistencia pero también con garrote y a mordiscos dependiendo del pensar o del sentir de cada uno.
Reafirmo según mis vivencias y me encantaría conocer otros puntos de vista (me pueden escribir al correo que aparece arriba) que hay unos peldaños básicos en la escalera que hay que construir sólidamente para pisar con seguridad antes de continuar con los pasos más arriba:
- Es el número 1 y es lo primero que uno debería reconocer: saber en qué punto me encuentro, valorar las fortalezas y confrontar las debilidades o lastres que me bloquean, que me inmovilizan que me distorsionan la realidad presente.
¿Qué deseo y que me impide materializar mis deseos?
- Determinar ¿Cómo se encuentran mis relaciones con las personas y con mi entorno físico?
¿Puedo practicar una comunicación acertada y asertiva con mis semejantes?
¿Soy capaz de derribar barreras para interesarme por el bienestar del otro?
¿Tengo la capacidad de establecer vínculos de respeto, confianza, lealtad con personas con las que en determinado momento podría convivir o circunstancialmente serian mis vecinos? Expongo hasta aquí esos dos primeros peldaños diciendo que el progreso interno es personal, la evolución de la sociedad es grupal y los dos campos están íntimamente ligados pues en términos de Supervivencia hablamos de un esfuerzo de grupo basado en las virtudes y fortalezas de los individuos que lo componen.