Los peligros sexuales de las nalgadas a los niños

(2003; Renuncia a los derechos de autor)

“Es un trato asqueroso y tiránico que sin duda se consideraría un insulto si fuera infligido a los adultos . . . Piense también en que tan vergonzosos, tan peligrosos al pudor son los efectos producidos por el dolor o el miedo de las víctimas. Esta emoción de vergüenza hiere y degrada el espíritu, haciéndole huir y odiar la luz de día . . .”  Quintilian, A.D. 35-95

“Pero lo que Usted no estaba tan preparado para creer, es que hay personas que son estimuladas sexualmente por los golpes de las varas, y excitadas en una llama de lujuria por ser fustigadas . . . Un caso extraño del poder que tiene la fuerza de la educación por introducir vicios inveterados en nuestras morales . . .”  Johann Heinrich Meibom, médico, 1629

Por TOM JOHNSON

LAS NALGADAS, o sea palmadas en las nalgas (conocidas en algunos países como azotes, tundas, zurras, palizas, o chirlos) es una forma de pegar a alguien y por lo tanto de violencia física. Ese solo hecho debería hacer inaceptable el dar nalgadas a los niños por los mismos criterios que es inaceptable para los adultos, que no son tan vulnerables. Sin embargo, las nalgadas tienen que ver con algo más que pegar: las nalgadas también invaden una de las regiones del cuerpo más privadas y sexuales–las nalgas. Para entender por completo el mal que implica dar nalgadas a los niños, debemos considerar no solamente la cuestión de la violencia física, sino también de la intrusión sexual.

Aunque el daño de la violencia física por nalgadas ha sido explicado y probado bien durante el siglo pasado en un vasto cuerpo de literatura académica, investigaciones científicas, tratados legales, y recientemente por los medios de comunicación, es muy raro que se hable públicamente y en serio de las consecuencias sexuales de las nalgadas. Este folleto aspira a aumentar el conocimiento público sobre los aspectos sexuales que hacen de las nalgadas un modo particularmente inadecuado y aún peligroso de disciplinar a los niños, se lleve a cabo por los padres, los educadores o otros cuidadores. Mientras este folleto se fija en «nalgadas,» según parece la forma de castigo físico más benigna, los argumentos hechos aquí se pueden aplicar igualmente al golpear las nalgas con una paleta, una vara, un cinturón, una zapatilla o cualquier instrumento.

Las nalgas son una zona sexual
Las nalgas, a igual que los pechos de una mujer, son una zona sexual o erógena de la anatomía humana, aunque no son de verdad órganos sexuales. Es por eso que exponer las nalgas en público es considerado indecente además del exhibicionismo ilegal, y que exponerlas en una película o en televisión constituye la desnudez. Es también la razón por la cual alguien que soba las nalgas a otra persona sin su permiso es visto como un delincuente sexual según la ley. La naturaleza sexual de las nalgas se explica no solamente por su proximidad a los órganos genitales, sino también por su alta concentración de terminaciones nerviosas que conducen directamente a los centros nerviosos sexuales. De ahí, las nalgas son un lugar mayor de señales sexuales.

Los niños son seres sexuales
La sexualidad de las nalgas es importante no solamente para los adultos, sino para los niños también. Aunque son sexualmente inmaduros y sin una libido activa, los niños nacen siendo seres sexuales neurológicamente completos con la capacidad de tener sensaciones eróticas. La existencia de pedófilos, además, significa que los niños pueden ser también blanco de intenciones sexuales. Por mucho que nos guste imaginar la niñez como un mundo inocente y despreocupado fuera de la influencia de sexualidad, fallamos a los niños si dejamos de reconocer que ellos también tienen zonas erógenas que merecen consideración y respeto.

Las nalgadas como delito sexual
Ya que los niños son seres sexuales y que las nalgas son una región sexual del cuerpo, nos deberíamos preguntar si es correcto dar a los niños palmadas en las nalgas. Entendemos por lo general que sobar o acariciar las nalgas a un niño es un delito sexual (aún si el niño no lo comprende así). Sabemos también que darle palmadas en las nalgas a un adulto es un delito sexual (aún si el delincuente no obtiene placer sexual por hacerlo).

La pregunta, entonces, es por qué no se considera un delito sexual darle palmadas a un niño en las nalgas. ¿Es acaso porque las nalgadas, a diferencia de las caricias, son físicamente dolorosas y usadas para castigar? No, pues si esa fuera la razón, dar nalgadas dolorosas a un adulto por su mala conducta tampoco sería un delito sexual. ¿Es porque los niños son menos propensos que los adultos a ser blancos sexuales, menos propensos a sentirse agredidos, y menos necesitados de protección? No, pues si así fuera, acariciar las nalgas de un adulto sería un crimen mucho más grave que hacer eso a un niño.

Una explicación más sencilla para esta falta de coherencia es que la mayoría de la gente no puede o no quiere creer que haya algo indecente acerca de una costumbre tan arraigada, común y aceptada como el dar nalgadas a los niños–algo que casi todo el mundo ha recibido, dado, o presenciado al menos una vez. Y puesto que las nalgadas vienen típicamente de una figura de autoridad estimada o hasta querida, muchas personas están muy renuentes a dudar de esta práctica.

En todo caso, el derecho a no ser víctima de una agresión sexual es uno de los principios básicos de libertad más reverenciados por el mundo libre. Y ya que este principio se aplica a los adultos, debería aplicarse igualmente, si no ante todo, a los niños que no tienen la edad de consentimiento. Tal vez darles nalgadas sea una costumbre tradicional, pero no merece la pena continuar ninguna tradición que los agreda tan gratuitamente.

Algunas personas creen que las nalgadas están justificadas o incluso forman parte de los mandatos bíblicos, del libro de Proverbios para ser exactos. Sin embargo, hay una distinción clave que les debería interesar a los fundamentalistas entre la práctica en la época del rey Salomón de golpear a la gente en la espalda y la costumbre moderna de pegar en las nalgas: la segunda no se prescribe en ninguna parte de la Biblia. Además, hay que tener en cuenta que el Antiguo Testamento contiene pasajes que podrían ser (y en algunos casos han sido) interpretados como respaldo divino para golpear a las esposas, la guerra racial, la esclavitud, apedrear a los niños rebeldes y otras prácticas consideradas ultrajantes hoy en día. Como escribió Shakespeare, «El diablo puede citar la Escritura para sus fines.»

Las nalgadas como abuso sexual
Como en siglos pasados, hay personas hoy que se excitan sexualmente con las nalgadas. Esta característica, que es expresada a menudo en pornografía y asociada con el sadomasoquismo, se llama en la literatura científica el flagelantismo. Mientras que muchos flagelantes buscan nalgadas de consentimiento entre adultos, algunos encuentran las nalgadas a menores o más excitantes o más oportunas.

En muchos lugares del mundo, los padres y tutores, maestros, profesores y directores escolares así como otros cuidadores, les pueden dar legalmente nalgadas a la fuerza a los niños de hasta dieciocho años. Por consiguiente, es fácil para los flagelantes obtener puestos donde pueden abusar de niños con poco o ningún miedo a recibir quejas. Siempre que la sociedad siga viendo las nalgadas como un acto legítimo de disciplina, y siempre que se suponga que los jóvenes que reciben tal castigo lo han «merecido,» los que abusan dando nalgadas tienen un disfraz moralizador y efectivo para sus motivos verdaderos. La historia, las actas judiciales, y las noticias contienen numerosos casos de abuso flagelante contra víctimas indefensas, y no se puede saber cuantos casos han tenido lugar sin llegar a ser denunciados.

Quizás algunos adultos piensen: «Pues yo sé que mis intenciones son puramente no sexuales, entonces no tienen de malo nalgadas que yo dé a un niño » El problema principal con este razonamiento es que deja de considerar a todos los niños que están a merced de otros adultos, entre quienes siempre habrá unos con motivos menos puros–y no necesariamente obvios. Incluso las nalgadas que no tienen ningún motivo sexual contribuyen al pretexto del que dependen los que abusan dando nalgadas, reforzando la vieja coartada: » ¿Cuál es el problema? Mucha gente le da nalgadas a sus chiquillos.»

Las nalgadas y el desarrollo psicosexual
Aún sin motivos sexuales por parte del castigador, las nalgadas pueden alterar el desarrollo sexual y psicológico normal de un niño. Porque las nalgas están tan cercanas a los órganos genitales y enlazadas de forma múltiple con los centros nerviosos sexuales, que dar palmadas ahí puede provocar sensaciones fuertes e involuntarias de placer sexual. Esto puede ocurrir hasta en los niños muy jóvenes a pesar del gran dolor y angustia que les produzca.

Este tipo de estimulación sexual, que socava todo propósito disciplinario y que la mayoría estaría de acuerdo en que no es adecuado para menores en cualquier contexto, puede hacer que un niño ligue su sexualidad a la idea de las nalgadas. Es posible que esta fijación le cause problemas en la vida adulta. O, en cambio, el niño puede reaccionar contra estos sentimientos de placer indecorosos reprimiendo su sexualidad, de tal modo que tal vez como adulto, él (o ella) tendrá dificultades para gozar el placer sexual y lograr la intimidad.

Otro peligro es que la mezcla confusa de placer con dolor volverá a ser la base para tendencias sadomasoquistas permanentes. El sadomasoquismo, en que siente placer al infligir o recibir dolor, empuja a comportamientos destructivos hacia sí mismo y los otros y desde ahí a la sociedad en general. Mientras que la intensidad y los antecedentes del sadomasoquismo varian mucho entre individuos, la inmensa mayoría de casos estudiados señalan la misma causa primaria: azotes durante la infancia, usualmente en las nalgas.

Sería difícil calcular las probabilidades de que dar nalgadas a un niño conduzca a aberraciones psicosexuales. Sin embargo, el mismo hecho de que haya alguna posibilidad de originar estos problemas debería ser razón suficiente para abandonar la práctica. (Es importante hacer notar que incluso los niños que no reciben nunca nalgadas ellos mismos pueden quedar impactados negativamente por viendo a otros niños ser castigados de esta manera.) Los riesgos son completamente injustificables.

Las nalgadas y el pudor
Imagine su reacción si una figura de autoridad, habiendo descubierto alguna fechoría suya, le sujetara a través de su regazo y empezara a darle palmadas en las nalgas. Aparte del dolor, la mayoría de la gente consideraría esto un grosero e imperdonable atentado contra el pudor, sin importar qué hubiera hecho para «merecerlo.»

Mucha gente quizás suponga que los niños, sobre todo los muy jóvenes, son demasiado ignorantes o inocentes para sentir tal humillación, ó que tal vez se quedan demasiado impresionados por el dolor físico de las nalgadas para que ésto les importe mucho. No obstante, la verdad es que nalgadas pueden lastimar gravemente el sentido de pudor de un niño. Cuando un niño tiene suficiente edad para decirle que se comporte púdicamente (que no es solamente una exigencia social, sino también una precaución prudente contra los agresores sexuales), él lo internalizará y cultivará el pudor como valor que aumentará con su edad. Este valor persistirá aunque el niño recaiga en comportamientos impúdicos de vez en cuando, como hacen la mayoría de los niños. Por consiguiente, el niño a quien se pega en las nalgas puede experimentar una vergüenza sexual profunda y duradera, sobre todo si el castigo se hace delante de otros o impone la desnudez. De hecho, hay algunos adultos que enfatizan a propósito esta humillación como parte del castigo (y algunos quienes , realmente, no limitan tal castigo a los niños más jóvenes ni siquiera a los preadolescentes). Pero igual que el infligir la vergüenza sexual es una manera impensable de castigar a los adultos en una sociedad civilizada, es una manera ultrajante de tratar a los niños.

Es una contradicción rara, además, que los adultos exhorten a los niños a tener pudor mientras los castiguen con un método que les quita su pudor y su intimidad de forma agresiva. Tales mensajes contradictorios confunden a los niños ó los hacen escépticos hacia la autoridad adulta. Especialmente si los adultos esperan infundir a los niños valores de pudor, dignidad, y respeto por otros–valores que se vuelven muy importantes durante las pruebas de la pubertad y la adolescencia–deberían dar buen ejemplo y abstenerse de la práctica irrespetuosa de dar palmadas en las nalgas.

Conclusión
Las nalgadas tienen un lado sexual además de un lado punitivo. Nuestra cultura y los medios de comunicación parecen tener un conocimiento generalizado de este hecho, por muy tácito que sea. No obstante, la sociedad ha dejado de hablar francamente sobre las implicaciones serias de la dualidad punitiva/sexual de las nalgadas. En vista del poder para corromper que tiene el sexo, junto con la coacción que es inherente al castigo, deberíamos asustarnos ante la mera idea de imponer disciplina por medio de nalgadas–tanto más cuando es dirigida a un grupo de personas tan indefensas, frágiles y confiadas como los niños.

CITAS DE EXPERTOS*

«Las palmadas en las nalgas pueden producir sensaciones definitivamente eróticas, incluso el orgasmo, en algunos niños. Se conocen casos en los que provocan a propósito el recibir nalgadas, portándose mal y fingiendo angustia cuando vino el ‘castigo’ deseado . . . No se sabe con qué frecuencia esto ocurre, pero es posible que no sea del todo raro . . . Las nalgadas en estos casos podrían haber sido dadas para la propia satisfacción pervertida (‘sadismo’) del adulto; o por lo menos tal vez hubiera conocimiento y tolerancia culpables por parte del adulto de la reacción sexual del niño . . . Hace sólo unas décadas que pervertidos haciéndose pasar por profesores particulares o institutrices eran, según se dice, cualquier cosa menos infrecuentes en algunos países europeos.»
J. F. Oliven, médico. Sexual Hygiene and Pathology (1965)

«En muchos casos, el valor disciplinario declarado de la flagelación en las escuelas y universidades no era más que un pretexto para dejar que los sádicos consiguieran excitación sexual.»
George Ryley Scott, historiador, sociólogo, antropólogo. The History of Corporal Punishment (1938)

«Cuando se le pega en las nalgas a un niño . . . este tipo de tacto violento se le puede sexualizar en la mente no sólo por un verdadero flujo de sangre a los órganos genitales, sino también por el anhelo de intimidad con la madre o el padre: si el tacto doloroso es la única satisfacción posible de este anhelo, entonces puede «gustar.»
Shere Hite, investigadora de sexualidad, psicosociólogo. The Hite Report on the Family (1995)

«Esto es la realidad que la mayor parte de nosotros nos apresuramos a negar . . . Cuando los adultos les pegan a los niños, las obsesiones por la dominación y sumisión, por el poder y autoridad, por la vergüenza y humillación, por el placer doloroso–todas ellas características propias siendo sellos del sadomasoquismo–quedarán como consecuencia duradera de la violencia y coacción ordinarias hechas en nombre de la disciplina . . . El sadomasoquismo no es aberración; es inherente al castigo corporal . . .»
Philip Greven, profesor de historia. Spare the Child (1990)

«He tenido que ocuparme continuamente de neuróticos en quienes fueron despertados inicialmente sentimientos sádicos por el castigo corporal; después, el impulso sádico ya despierto se ha reprimido, y he aquí el origen de unas aberraciones muy malignas sobre las que sería muy insincero aseverar que se habrían desarrollado sin el uso libre de la vara . . . El número de quienes son dañados por el azote, especialmente en las nalgas, es sin duda muy grande. . . Hasta una persona que desprecia con vehemencia la sexualidad estará apenas dispuesta a negar que el castigo corporal produjo estimulación sexual bien marcada–aunque la región gluteal no esté dentro del dominio de los órganos genitales.»
Oskar Pfister, médico, psicoanalista. Love in Children and its Aberrations (1924)

«Las nalgadas frecuentes también pueden tener impacto negativo sobre el desarrollo sexual. A causa de la proximidad de los órganos genitales, un niño se puede excitar sexualmente cuando recibe nalgadas. O es posible que a él le guste tanto la reconciliación que viene después del castigo que buscará sufrimiento como preludio necesario»
Dr. Haim G. Ginott, psicopedagogo. Between Parent and Child (1966)

«Los partidarios del castigo corporal en las escuelas deberían examinar con mucho cuidado el peso de los hechos hoy disponibles y, particularmente en vista del componente pornográfico, considerar si pueden justificar la continuidad de un sistema con tal capacidad para excitar interés malsano.»
British Psychological Society. “Report on Corporal Punishment in Schools” (1980)

«Ser azotado excita a los niños sexualmente porque es una excitación intensa de las zonas erógenas de la piel de las nalgas y los músculos debajo de la piel . . .»
Otto Fenichel, médico. The Psychoanalytic Theory of Neurosis (1945)

«Desde Confessions de Jean-Jacques Rousseau, es bien sabido por todos los educadores que la estimulación dolorosa de la piel de las nalgas está entre las raíces eróticas del instrumento pasivo de crueldad (masoquismo).»
Sigmund Freud. Three Essays on the Theory of Sexuality, VII (1905)

«La fantasía flagelante de adulto, en suma, deriva siempre de la infantil. Como con todas las perversiones sexuales, estamos mirando una clase de desarrollo detenido . . . que la pubertad y experiencia subsiguiente no han podido sacar . . . Hay que examinar sus raíces en la niñez . . .»
Ian Gibson, The English Vice (1979)

NOTICIAS*

The New York Times (12/22/92)
El director de un colegio en Manhattan para niños en riesgo de abandonar los estudios fue detenido ayer y acusado de abusar sexualmente a un chico de 14 años que era alumno de noveno curso al colegio, según funcionarios . . .[El investigador de policía Robert] Viteretti ha dicho que en dos ocasiones [el director] pidió al chico que entrara en su oficina, luego cerró con llave la puerta y le bajó los pantalones y calzoncillos. «Él empezaba a darle nalgadas al chico para su propia excitación sexual, y se acariciaba los órganos genitales,» dijo él . . .

The Sacramento Bee (3/26/95)
PHOENIX – El director de una escuela privada ha sido detenido y acusado de hacer a una chica de 15 años desvestirse y arrodillarse rezando mientras él la golpeó con una paleta de madera.

La madre de la chica presenció la paliza, demasiado asustada para intervenir, dijo la policía de Phoenix . . . La hermana de 6 años de la adolescente, quien esperaba en el cuarto vecino, también oyó los gritos de socorro de su hermana.

Su madre la había traido allí pensando en la posibilidad de matricularla en septiembre.

La policía dice que Michael William Wetton dijo a la chica durante su dura prueba de 75 minutos el 24 febrero que él quería que ella comprendiera el castigo corporal, que se usa para disciplinar a alumnos a la escuela . . . Después del arresto de Wetton, algunos padres dirigieron su cólera a la policía . . . «La Biblia dice que usemos la vara,» dijo [miembra de la junta escolar Rosemary] Rice, añadiendo que la detención «es un asalto contra las creencias cristianas.». . .

Como parte de la orientación, según las denuncias, Wetton llevó a la chica sola a un cuarto y le mandó quitarse la ropa. Llorando, ella se quitó todo excepto su sostén y bragas. Luego Wetton la golpeó una vez con una paleta de madera. Se denuncia que luego Wetton obligó a la chica desvestirse por completo, le mandó arrodillarse como si estuviera en rezo y le pegó en las nalgas. Luego, dice la policía, le obligó agarrar el borde de una mesa, separar las piernas, y someterse aún a otro golpe. Finalmente, ella tuvo que hacer una reverencia delante de él y recitar el Padrenuestro.

The Plain Dealer (Cleveland) (8/19/97)
ELYRIA-Raymond Boyle podría recibir una pena de dos años de prisión, habiéndose declarado culpable ayer de poner en peligro a un menor por dar nalgadas a sus hijas adolescentes con sus pantalones abajo.

Gary A. Crow, director ejecutivo del Departamento de Servicios Infantiles del Condado de Lorain, dijo que el caso muestra cuan borrosa puede ser la separación entre disciplina y maltrato.

La ley de Ohio permite el uso de castigo corporal razonable, pero los acusadores públicos dijeron que los métodos de Boyle ponían en riesgo mental a sus hijas, de edades 15 y 13 . . .

El detective Alex Molnar de la Policía de Amherst dijo que Boyle, de 39 años, obligó a sus hijas a desnudarse de la cintura para abajo antes de darles nalgadas el año pasado.

Dijeron los funcionarios que nalgadas se dieron a una de las chicas en tres ocasiones, con la primera en enero 1995 y la última en abril 1996; a la otra chica se le dieron en abril 1996.

Molnar dijo que ellas se confiaron sobre la humillación a un consejero escolar después del incidente de abril. Molnar dijo que su padre las castigaba repetidas veces por cosas de poca importancia, incluso comportarse mal en el autobús escolar o desobedecer sus reglas . . .

The News-Times (Danbury, CT) (12/3/96)
LITCHFIELD, Conn. (AP) – Un entrenador de liga menor que alegadamente dio nalgadas repetidas a una niña después de jalar sus pantalones hacia abajo ha sido acusado de agresión sexual.

Ronald Ellis, 30, de New Hartford, estuvo en el Tribunal Superior de Bantam el lunes. Fue puesto en libertad, basándose en una promesa escrita de comparecer en la corte.

Ellis es acusado de agresión sexual en cuarto grado y de provocar heridas a un menor por los incidentes de octubre . . .

The Gazette (Montreal) (10/31/00)
Amanda Green era una pequeña traviesa de 7 años y lo sabía ese día, hace 13 años, cuando jugó con el agua y subió al baño de las niñas de la escuela primaria Greendale en Pierrefonds.

Ella y su amiga fueron pilladas por su maestra, y Amanda supo que iba a afrontar las consecuencias cuando la mandó a la oficina del director.

David Wadsworth, director de la escuela, dijo en seguida que quería ver a cada niña individualmente. Cuando llegó su turno a Amanda, la alumna de segundo curso entró nerviosamente en la oficina de Wadsworth.

Lo que ella había hecho fue malo, Wadsworth le dijo, y entonces ella iba a poder escoger entre dos castigos: o que él dijera a sus padres y maestros lo que ella había hecho y le privara de tales privilegios como el recreo y la clase de educación física; o ella podía quitarse los pantalones y las braguitas y permitir que él que le diera unas nalgadas, como haría si ella fuera su propia hija, y no haría falta que nadie supiera nunca lo que había pasado.

«¿No me puedo dejar la ropa interior?» preguntó Amanda. No, ella recuerda vivamente a Wadsworth diciéndole, que la vergüenza es parte del castigo.

Amanda, una niña briosa, sabía que no debía obligarle a quitarse la ropa. Declaró con desafío que no le parecía bien ninguno de los dos castigos. Quizás desconcertado por alguien dispuesta a hacerle frente, Wadsworth le mandó salir de su oficina y no mencionó jamás de nuevo el incidente.

La amiga de Amanda eligió las nalgadas.

Wadsworth se ha declarado culpable de posesión de pornografía infantil – fotos y vídeos de niños siendo azotados – y también de agresión sexual y indecencia grosera contra ocho alumnos antiguos a una escuela primaria de Pincourt. Amanda Green, que hoy es estudiante en la Universidad de Concordia, se siente todavía perturbada al pensar en cuantos otros niños tal vez eligieron las nalgadas en el trasero desnudo por parte de un hombre a quien todo al mundo creía un director muy amable y un maestro excelente.

Una carta leída en «Any Answers?» de BBC Radio 4 (4/84)
«Mi compañero es un director jubilado de una escuela preparatoria [para muchachos de 8 a 12 años] donde tenía el poder de azotar a cualquier chaval. Ahora pasa mucho tiempo y energía contactando con los y las jóvenes que consienten en recibir azotes, ya que esto es el único modo por el cual consigue sentirse excitado.»

The Philadelphia Inquirer (4/10/95)
. . . Él tiene 61 años, es chaparro, pesado, no muy notable. Barbara, su segunda esposa desde hace 15 años, está enterada de su adicción y reincidencia continuadas.

«Si tarda en regresar, me pongo nerviosa,» dice ella. «No me preocupo porque se ligue a una mujer. Tengo miedo que sea pillado haciendo exhibicionismo.»

A su padre le gustaba darle nalgadas. Era humillante y ritualista y le decía que la palmada de su mano contra el trasero de su hijo «suena como un tambor o un tímpano.» Su madre, 15 años menor que su marido, se quedaba callada.

El resultado: «Yo me he exhibido continuamente con la fantasía concomitante de una situación de castigo.» Las nalgadas son lo que buscó. De verdad, su primer arresto fue por abordar a dos muchachas y pedirles que le den nalgadas . . .

*traducidas de fuentes angloparlantes

 

LECTURA SUGERIDA

Charles, Jeffrey, Sin, Sex and Spanking School-Aged Children (1994). En linea a www.nospank.net/s-chrls.htm.

Freud, Sigmund, «A Child is being Beaten: A Contribution to the Study of the Origin of Sexual Perversion» (1919). Reimprimido en el Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud. (Consulte una biblioteca universitaria.)

Gibson, Ian, El vicio inglés. Barcelona: Planeta, 1980 / The English Vice. London: Duckworth, 1978.

Green, Gerald and Green, Caroline, S-M: The Last Taboo. New York: Grove Press, 1974.

Greven, Philip, Spare the Child: The Religious Roots of Punishment and the Psychological Impact of Physical Abuse. New York: Random House, 1991.

Hyman, I. A., Reading, Writing and the Hickory Stick: The Appalling Story of Physical and Psychological Violence in American Schools. Boston: Lexington Books, 1990.

Krafft-Ebing, Richard von, Psychopathia Sexualis. (1886) (Traducido del alemán. Consulte una biblioteca universitaria.)

Maurer, Adah, Paddles Away: A Psychological Study of Physical Punishment in Schools. Palo Alto: R&E Research Associates, 1981.

Miller, Alice, Por tu propio bien, Buenos Aires, Tusquets Editores, 1991 / For Your Own Good: Hidden Cruelty in Child Rearing and the Roots of Violence. New York: Farrar, Straus and Giroux, 1983.

Newell, Peter, Children are People Too: The Case Against Physical Punishment. London: Bedford Square Press, 1989.

Scott, George Ryley, The History of Corporal Punishment. London: T. Werner Laurie, Ltd., 1938, Republication: Detroit: Gale Research Co., 1974.

«Spanking Can Be Sexual Abuse» (Compilación). En linea a www. nospank.net/101.htm

Straus, Murray A., Beating the Devil out of Them: Corporal Punishment in American Families. New York: Free Press, 1994.

 

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